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CRÓNICA de las Policañas 10/02/2018: Los Celos

 

Los celos son un tema recurrente en las relaciones no monógamas, y de ahí que hayan sido el centro de distintos encuentros y talleres que Poliamor Madrid ha celebrado con anterioridad. No obstante, al tratarse de una cuestión poliédrica y muy presente en las relaciones (de cualquier tipo), en las pasadas Policañas, celebradas el 10 de febrero en el centro social La Ingobernable, se invitó a volver a observarlos desde diferentes perspectivas.

Para ello, se plantearon dos dinámicas. La primera proponía reflexionar sobre cómo la cultura influye en la concepción que tenemos de los celos y de qué manera nos afecta eso. La segunda nos sirvió para mirar hacia dentro y preguntarnos qué son para cada persona los celos, qué nos hacen sentir y cómo los gestionamos.

Los celos como construcción cultural

Seguro que nos vienen a la mente muchos ejemplos de películas, canciones y otros productos culturales que abordan situaciones relacionadas con los celos. ¿Quién no recuerda Cómo pudiste hacerme esto a mí, de Alaska y Dinarama, o Carmen, de Vicente Aranda? Cuando se planteó esta cuestión en las Policañas de febrero, surgieron dos desarrollos distintos pero complementarios. Por un lado, la idea de que los celos son una construcción cultural. Y por otro, el tratamiento que los medios de comunicación y las industrias culturales hacen de ellos.

Como construcción cultural, los celos se consideran un signo o muestra de amor. Hasta el extremo de que se llega a afirmar que si no hay celos no hay amor y, por tanto, se busca provocar celos para obtener amor o ponerlo en evidencia. El principal conflicto en las relaciones monógamas son los celos, vistos como un obstáculo insalvable, y en este contexto los “cuernos” aparecen como la peor de las traiciones. Además, los celos pueden justificar la violencia, incluso el asesinato.

En el discurso cultural dominante, los celos surgen por la creencia de que la otra persona nos pertenece. Otras veces, estos se consideran un sentimiento en sí mismo, el cual nos lleva a pretender que el ser amado sea solo nuestro.

En el evento se llamó la atención sobre el hecho de que las ideas y prejuicios acerca de los celos difieren en cuanto a género y tienen un carácter machista. De este modo, se retratan más los celos femeninos que los masculinos, lo que da a entender que las mujeres son más celosas que los hombres. Los celos de ellas se justifican por el miedo al abandono y a la traición, mientras que los de ellos se basan en el sentimiento de posesividad y excusan todo tipo de violencias.

Los celos en los medios de comunicación

En las últimas Policañas se destacó que los medios de comunicación comerciales fomentan los celos. Difunden conductas e ideas que perpetúan y respaldan el concepto imperante, que como decíamos, nos enseña que los celos son inherentes al amor y, por tanto, inevitables. Pero al mismo tiempo, se nos dice que los celos son algo negativo y se estigmatiza a las personas que los sienten.

De este planteamiento contradictorio surgen comportamientos que se “disculpan” por ese carácter inevitable de los celos: ocultarlos, no ser capaz de manejarlos, utilizarlos para manipular a otras personas o para ejercer distintas violencias.

No obstante, se pusieron en valor también discursos novedosos que proponen otras miradas, que se denominaron “de transición” o “positivas”. En comparación con la visión “negativa” tradicional, surgieron ejemplos como los siguientes:

  • Negativa: neurosis, inseguridad, machismo, envidia, dominación, prueba de amor…
  • De transición: nerviosismo, ansiedad…
  • Positiva: gestión emocional, punto de partida, crecimiento, fluidez…

El “pulpo» de los celos

El concepto de celos puede entenderse como un término paraguas que engloba y, a la vez, oculta otras muchas emociones. Y para explicitar estas, en las Policañas del 10 de febrero se recurrió a la metáfora de un pulpo de ocho brazos, cada uno correspondiente a un sentimiento subyacente:

  • Posesividad/control (necesidad de sentirse especial)
  • Inseguridad en la relación
  • Pérdida y miedo a la pérdida
  • Rechazo
  • Soledad
  • Igualdad vs. equidad
  • Autoconcepto, sentimientos de inferioridad
  • Anhelo/escasez (envidia)

 

Los celos en nuestras relaciones

Las personas participantes charlaron sobre qué emociones eran las que se dan con más frecuencia en sus relaciones, cómo las experimentan y cómo las gestionan. Así, por ejemplo, se cuestionó que la posesividad/control fuera lo mismo que la necesidad de sentirse especial. En general, se sentían más identificadas con esta última y no consideraban que fuera una causa o consecuencia de la primera.

En este sentido, se habló de incluir un noveno brazo, la exclusión, un sentimiento que se consideró independiente del rechazo y la soledad. Se explicó la exclusión como la sensación de “quedarse fuera” de una relación en la que antes se participaba o en la que se pretendía participar.

La soledad se vinculó, por un lado, con el desamparo y la sensación de abandono y, por otro, con la falta de comprensión que perciben muchas personas hacia su manera de relacionarse, lo que les hace sentirse aisladas y sin apoyo en su entorno cercano.

En cuanto a la escasez, el anhelo y la envidia, se relacionó este brazo con la sensación de que otra relación nos está privando de algo. Surge, por tanto, de un concepto de división del amor, en lugar de entender que la escasez es de recursos, pero no de amor.

Se dijo asimismo que el miedo a la pérdida podía ser independiente de los celos. Se lo asoció con un sentimiento de inferioridad surgido de experiencias negativas, lo que lleva a crear inseguridad personal y en la relación. Esa inseguridad puede retroalimentar a las demás emociones, hasta el punto de que algunas opiniones la colocaron como la base de todas ellas.

Es posible trabajar los celos

Al ver los celos como un conjunto de emociones, dejan de ser ese estado de ánimo abstracto e inaprensible. Es como una madeja que podemos ir desenmarañando si tiramos de los distintos hilos que la componen, es decir, si vamos desligando cada sentimiento. Y una vez que los consideramos de manera aislada y les ponemos nombre, son más fáciles de entender y, por tanto, de trabajar.

En las recientes Policañas se concluyó que es necesario abordar los celos, decidir qué hacemos con ellos y cómo lo hacemos, aunque esto implique trabajar sobre lo que nos genera dolor o no nos gusta, ya sea de nuestro propio carácter o modo de ver y hacer las cosas, de los seres amados o de las dinámicas que se dan en nuestras relaciones.  Echar luz sobre aquellos aspectos que permanecen oscuros puede aterrarnos y hacernos mucho daño, pero también nos permite crecer como personas y experimentar formas relacionales más honestas y responsables.

Los celos pueden ser vistos como un mecanismo de supervivencia, pero al trasladarlos a un contexto de relación más racional, aparecen como un instrumento para alertarnos acerca de necesidades no cubiertas, anhelos no cumplidos, expectativas irreales, inseguridades personales o dinámicas relacionales en las que faltan cuidados o comunicación sobre todo lo anterior.

Cómo abordar los celos

Para hacer más sencilla esa aproximación a los celos, en el encuentro se propuso pensarlos en relación con ciertas palabras clave:

  • Lo subjetivo
  • Lo relacional
  • La comunicación
  • La información compartida
  • Los límites
  • Los acuerdos
  • Los cuidados

Se puso de manifiesto una y otra vez la importancia de la comunicación para atender y entender los celos y para llegar a acuerdos consensuados y sanos. Cuando esa comunicación falta, algunas personas tienen miedo de perder el control sobre sus emociones y de no ser capaces de gestionar sus expectativas, ya que no cuentan con información sobre lo que está ocurriendo con otros vínculos. La imaginación puede ser entonces la peor enemiga, hasta el punto de que en uno de los grupos de trabajo se planteó la pregunta de si existirían los celos si no pudiéramos imaginar.

Sin embargo, hubo diversidad de opiniones en cuanto a la información que debe o no compartirse. Para algunas de las personas presentes el problema era la falta de información, mientras que para otras lo era el exceso o la información mal gestionada en cuanto a modos y tiempos de compartirla. De ahí volvemos al punto anterior: la comunicación como vehículo para ir estableciendo acuerdos acerca de la manera de gestionar dicha información.

Lo mismo ocurre con los límites. Se expresó la necesidad de que existan, aunque surgió la preocupación de hasta dónde pueden ser aceptados para que no coarten en exceso las necesidades y deseos de cada cual. Se comentó también que en ocasiones se puede caer en dinámicas paternalistas que nos lleven a proteger a los seres amados según nuestros propios límites y no los suyos, lo que puede degenerar en determinados comportamientos como finalizar relaciones o no tenerlas por miedo a dañar a las otras personas, no comunicar nuestras necesidades y preocupaciones, ocultar información pensando que así las protegemos, etc.

Falta de cuidados y manipulación

En cuanto a lo subjetivo y lo relacional, se sostuvo que debemos responsabilizarnos de nuestros propios sentimientos y no culpar de ellos a las demás personas. Eso sí, no hay que olvidar que no basta con mirar siempre hacia los miedos e inseguridades personales, pues corremos el riesgo de ignorar cuestiones relacionales que son las pueden estar generando nuestro malestar. Es decir, no hay que perder de vista que en ocasiones los celos pueden estar motivados por una falta de cuidados.

A su vez, poner la inseguridad de una de las partes como razón exclusiva de los celos puede ser un mecanismo de manipulación, en el que se alimenta esa inseguridad y sentimiento de inferioridad para esconder los problemas de la relación o de otra de las personas involucradas.

En definitiva, los celos pueden ser una invitación a trabajar emociones a nivel personal y relacional, recordando siempre que las dificultades de una relación afectan a todas las personas que participan en ella. Por eso, han de ser tratadas de manera conjunta, revisando dinámicas y acuerdos que aporten un mayor bienestar a todas las partes.

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