Yo no tengo relaciones no-monógamas consensuadas. Sencillamente tengo relaciones que no han llegado nunca a ser cerradas. No tengo ni idea de cómo se hace para abrir relaciones ni tengo ganas de hacerlo: yo lo que no acepto es que, por la presión de alguien o de una norma me encuentre, en un momento dado, en una relación cerrada.
Funcionar sin potestad sobre la vida íntima de los demás significa abandonar la idea de «permitir que tus parejas tengan libertad para tener otras relaciones» y cambiarla por la de «yo no soy nadie para decir a ninguna otra persona qué debe poder hacer o dejar de hacer con su vida «.
Creo que es parte de la herencia del sistema monógamo el hecho de que asumimos como aceptable y sana la dinámica de que las personas tengan potestad sobre la vida sentimental, afectiva y sexual de otras personas.
Y esta idea está tan normalizada que si te resistes a aceptar que tu pareja tenga esta potestad sobre ti, esta resistencia se percibe como una agresión.
Dónde quedan los cuidados? ¿Qué pasa con el compromiso?
El feedback recibido de la serie de artículos antes de publicarlos me ha hecho ver que es muy común leerlo desde el prisma de asociar la potestad a la presencia / ausencia / calidad del sistema de cuidados y compromiso entre personas.
No, no va de eso!
Para evitar que te lo leas entero con una idea concreta en la cabeza y que cuando llegues al final veas que la cosa no iba de lo que tú creías, he preferido poner este punto y aparte.
El artículo va de denunciar el hecho de que las personas puedan creerse con autoridad sobre la vida íntima de otras personas.
Es cierto que estirando el hilo topamos con el punto donde cuesta determinar cómo nos afecta a nosotros lo que otra persona haga con su vida íntima y determinar en qué terrenos tenemos potestad y en cuáles no, por eso trataré de hacer un capítulo centrado en ejemplos donde cueste saber si la potestad que queremos ejercer es legítima o no y así de paso veremos que la frontera es borrosa y cada caso, un mundo.
Mientras tanto os recomiendo este artículo, que me gustaría traducir en algún momento (¡si alguien se anima a hacerlo, que nos contacte!) pero que, por ahora lo tenéis en inglés, que ya tenemos traducido gracias a Cristina Mateos, donde habla también de la potestad (entitlement) y explica cómo la potestad atenta contra la capacidad de otorgar consentimiento de los demás: Anarquía Relacional y consentimiento (aquí el original en inglés).
Definiendo, aclarando y contextualizando.
Relación
Siempre que uso la palabra «relación» me refiero a cualquier tipo de relación: conocidos, amistades y lo que sea, y es importante entenderlo así y no sobreentender que me refiero a relaciones de pareja. Siempre que quiera referirme a parejas, lo especifico.
Potestad
Pretendo usar la palabra en un sentido amplio. Si domináis inglés os serviría la palabra «entitlement» para ver por dónde voy. Hablo de este «derecho asumido» (en el sentido de que lo damos por sobreentendido) de sentirnos con autoridad para intervenir y controlar qué hace o deja de hacer la otra persona en su vida íntima, y así poder limitar, negociar o incluso prohibir y vetar cuestiones como con quién puede tener relaciones y cómo deben ser estas relaciones.
En este artículo utilizo la palabra «Potestad» con mayúscula para dar a entender que me estoy refiriendo específicamente a la potestad sobre lo que ocurra en la vida sentimental, sexual y afectiva ajena en el contexto de las relaciones de pareja.
Consenso
Hacer algo por consenso significa que se ha llegado a un acuerdo y, por tanto, las partes implicadas lo aceptan.
Sólo se puede llegar a un consenso en lo que ambas partes tengan potestad. Por ejemplo: si un café con tu vecino te explica que quiere pintarse la habitación de color verde, tú no puedes pedirle consensuar de qué color debe pintar o si puede pintarla o no. Tú no tienes ninguna potestad sobre esto y por lo tanto no puede haber consenso y tampoco es necesario que lo haya.
Si se te ocurre pedirle este consenso, lo normal sería que te mande a paseo y decida él solito qué hacer con su habitación.
Es más: tu petición de consenso llevaría implícita que te consideras con potestad sobre el color de las paredes de su habitación. Considerarte con esta potestad no es ético e intentar ejercerla sería una agresión.
Supongamos que un par de veces por semana duermes en la habitación de este vecino. ¿Esto te otorga potestad sobre la decisión? Mi respuesta es que no, pero a la vez tienes todo el derecho del mundo de expresar qué opinas, de establecer tus límites e incluso hacer propuestas, y con todo ello entraríamos en el terreno de cómo y por qué la expresión de opiniones o incluso de los propios límites puede usarse como herramienta de coacción o manipulación, dependiendo desde qué posición (potestad asumida, intención, estructuras de poder …) y cómo se haga. Sea como sea, la gracia es que no se puede tratar el tema como si fuera blanco o negro, y es en estos grises donde está el debate interesante, 😀 ya trataré de estirar el hilo de esto en los próximos capítulos.
Consentimiento
Se consiente sobre las cosas de las que tenemos potestad, el ejemplo más evidente es la potestad sobre tu cuerpo: tú tienes el poder y autoridad última para decidir qué quieres hacer o que otros hagan.
La cuestión se complica bastante cuando se trata de cosas menos directas: si una imagen te ofende, ¿dónde cae el poder de consentir?, ¿es una violación a tu consentimiento la exposición a esta imagen?, ¿tu potestad sobre lo que quieres o no ver comprende también tu entorno y otras personas?, ¿y si es un sonido o una música lo que te molesta?, ¿tenemos poder para intervenir y exigir respeto o, en cambio, queda fuera de nuestra potestad y sólo estamos en posición de pedir amablemente o decidir si queremos seguir o no en ese lugar / situación / compañía, y si no nos gusta, irnos? Todo ello muy interesante pero por este camino nos alejaríamos del tema del artículo.
La idea de propiedad sobre los demás nos da ejemplos de cómo se establece potestad de manera tóxica y se llega a considerar una cuestión de consentimiento situaciones como que un padre consienta la boda de su hija que, por anacrónica que nos suene en nuestra cultura, aparece como ejemplo en la definición de consentimiento del diccionario del IEC. Menos anacrónicos son los casos en que incluso dentro de los mundos no monógamos seguimos encontrando la presencia de la Potestad y, por tanto, se den relaciones de pareja en las que se asuma que las libertades deben ser pactadas con anterioridad y que el ejercicio de libertades no negociadas previamente esté de facto prohibido ya que «mientras no se llegue a un consenso que indique lo contrario, el estado por defecto es el de la prohibición».
Como ejemplo de potestad, podemos imaginar una pareja que comienza a practicar el poliamor, una de las dos personas tiene una primera cita, y la cita termina con unos cuantos morreos. Vuelve a casa y le cuenta a la pareja, y la pareja se enfada diciendo que «eso de que os deis besos todavía no lo habíamos pactado, deberías haberte esperado a hablar conmigo antes de hacerlo».
No-monogamias éticas y consensuadas
Éticas: el hecho en sí de que sea necesario especificarlo ya dice mucho sobre qué base damos por asumida (es decir: demuestra que hemos interiorizado la idea de que las no-monógama de por sí no son éticas) y, además, se suele hacer una lectura muy limitada sobre el significado de la ética.
Además se comete el error de considerar que una pareja monógama en la que alguien pone los cuernos es «una relación no monógama», con la intención de poderla señalar como ejemplo de lo que no es ético, y esto es un error monumental por muchos motivos… tema que da para otro debate aparte 😛
Consensuadas: aplicando el ejemplo del color de la pared en las relaciones, llegamos al quid de la cuestión de este artículo. El hecho en sí de considerarse con potestad para pedir a otra persona que para poder (o no) ejercer su libertad de enamorarse, follar o hacer lo que sea con otras personas debe pasar por un consenso o pacto con nosotros es en sí mismo una mentalidad posesiva y poco ética. Pretender además ejercer esta potestad es una agresión. Y, en cambio, lo que socialmente se lee como agresión es precisamente lo contrario: parece que negarse a someterse a esta potestad sea una falta de respeto o despotismo, como diciendo «pero, si de verdad me quieres, como osas creer que yo no tenga el derecho de decidir sobre lo que hagas en tu vida privada?».
La situación habitual en las relaciones de pareja, incluso en las que cuestionan ciertas normas —e incluso en algunas relaciones queerplatonic o anarcorrelacionales— es que automáticamente se cede mutuamente cierto nivel de control sobre la vida del otro. La convención que establece que las relaciones afectivas implican el control de la libertad relacional del otro está enormemente aceptada.
Esta convención, entonces, de asumir que tenemos una especie de autoridad sobre nuestra pareja, es tan fuerte y tan invisible que cuando alguien dice «mi pareja no tiene ningún poder ni autoridad sobre lo que yo haga en mi vida» es percibido como una agresión y una falta de compromiso, de cuidados y de amor «de verdad». Sólo ante casos tan evidentes como comportamientos abusivos y de maltrato es cuando, más o menos, todo el mundo denuncia que «no tiene derecho a hacer eso» (digo más o menos porque recordemos que es preocupante hasta qué punto se asume que cosas como espiar el móvil de la pareja es normal, entre muchos otros comportamientos normalizados) pero, en cambio, la autoridad para prohibirle que tenga —por ejemplo— sexo con otras personas parece que sea algo considerado sano, natural e incluso necesario para el funcionamiento de una relación de pareja.
Relación monógama (o «cerrada»)
Se entiende que es una relación donde existen limitaciones sobre lo que uno o todos los que participan tengan permitido hacer. Que alguien sólo tenga «una sola relación» porque no quiere más no hace que la relación sea monógama ni cerrada, sino que hace necesario que haya una norma (ya sea explícita y voluntaria o no…) que establezca la exclusividad.
La definición podría complicarse bastante con ejemplos tales como personas que acceden a la apertura de una relación como resultado de las presiones y lo aceptan aunque no es lo que realmente quieren. A menudo este tipo de escenarios son «relaciones falsamente abiertas» que equivalen a que la relación sigue cerrada, ya que estaríamos hablando de una relación que funciona bajo el paradigma de la Potestad y que por lo tanto requiere de un consenso para poderse abrir, y ese consenso todavía no se habría alcanzado plenamente.
La monogamia viene al caso porque una relación sólo puede ser cerrada después de haber alcanzado esta Potestad mutua. Si no se ha llegado a una situación en la que te consideres con autoridad sobre lo que debe poder hacer la otra persona en ciertos aspectos de su vida, significa que esa relación es abierta por definición y que es imposible cerrarla —sino, estaríamos ante el equivalente de lo de pretender prohibir a tu vecino que pinte su habitación de color verde—.
Así pues, lo habitual es que cuando una relación pase a considerarse «de pareja» ese estatus vaya acompañado de la cesión mutua de Potestad + el cierre por defecto de la relación.
Monogamia no consensuada (o ‘relación cerrada no consensuada’)
Cuelo este juego de palabras después de hablar de relaciones cerradas para denunciar el estado actual de la norma relacional: toda relación de tipo pareja se considera que por defecto es cerrada, sin ningún proceso de negociación. Por lo tanto: sin un consenso, ni consentimiento y ni siquiera conciencia de lo que está pasando realmente, ya que hablamos de un cierre implícito y que, por tanto, no se ha explicitado ni definido.
Amistad abierta consensuada
Concepto absurdo que ayuda a darse cuenta de cómo las relaciones entre humanos, de por sí, ya están abiertas sin necesidad de consenso previo ni negociaciones ni pactos para que así lo sean.
El ejercicio de comparar cómo lo percibimos según si hablamos de amistades (en el sentido convencional de amistad) o de parejas es muy útil. ¿Cuántas veces habéis tenido que abrir una relación de amistad? No se nos ocurriría intentar pactar límites o normas con una amistad sobre cómo puede establecer nuevas relaciones (amistades, enamorarse, tener un rollos de una noche o lo que sea). Si una amistad nos viniera a decir «oye, eso de que cuando conoces a alguien que te gusta te quedes en su casa y tengáis sexo me cuesta de asumir, quisiera que negociáramos unos límites en los que me sienta cómodo» os quedaríais de piedra porque no entenderíamos en qué le puede afectar lo que tú hagas con tu vida ni aceptaríamos que tenga esta potestad sobre nosotros. Y posiblemente percibiríamos como una agresión el hecho de que la amistad pretenda intervenir en nuestra vida a ese nivel.
Cómo organizo el artículo.
En este capítulo hay una serie de definiciones en las que trato de plantear una postura radical de identificación y denuncia del hecho de creerse en potestad sobre otras personas, ya que uno de los motivos clave que me llevan a escribir sobre este tema es que en mi propia experiencia ha sido un proceso largo el llegar a darme cuenta de la presencia y el impacto de la potestad en nuestras relaciones.
Gracias a ello, he ido entendiendo cosas que me pasaban, como que cuando rechazo la «idea de pareja» no es únicamente por la monogamia que lleva implícita (que también, además de otros motivos) sino también por la «cesión forzada de potestad» (o lo que es lo mismo: la amputación de mi libertad de decidir sobre mi vida) que también lleva implícito el ideal de pareja.
En futuros capítulos intentaré estirar el hilo con:
- Cómo aparece la potestad y cómo identificarla.
- Por qué el estado por defecto de una relación de pareja es «relación cerrada», y qué pinta la potestad en este procés.
- Cómo evitar caer en esta potestad y cierres automáticos.
- Cómo eliminarlo, si se puede, de relaciones ya existentes.
- ¿Potestad legítima e ilegítima? ¿Cómo afecta la potestad a la capacidad de consentir?
Todo junto, nada más que un ensayo desde mi experiencia personal y lleno de opiniones y propuestas. Un «eh, os dejo cuatro reflexiones personales sobre un tema que a mí me ha sido relevante». Sin grandes estudios ni conclusiones ni respostes.
Pere Picornell, 27 de julio de 2016.
Traducción de Berta Fabra, artículo original: http://amorsplurals.cat/2016/07/27/la-potestat/
Foto: «Amar no es amarrar», derechos de la imagen de anoniman.es, bajo licencia CC BY-NC-ND 3.0.